Índice
Nombre: Dean.
Apodos: Se suele presentar con motes diferentes a cada persona. Entre otros Hiena, Risitas, Asma, Dean-go o Dean Dong. En otras ocasiones solo enseña los dientes y gruñe. O ladra.
Sexo: Escaso, si le preguntas. Másculino, si te fijas un poco.
Edad: Ronda los 22~25.
Facción: Va por libre.
Profesión: ¿Macho Alfa?
Apariencia: Raquítico. Sarnoso. Mugriento. En algún momento de su vida, su pelo fue castaño claro. Ahora es una maraña grasienta y churrosa de color indefinido. Una máscara de gas esconde una cara en general sucia, unos ojos de un marrón poco destacable y una sonrisa a la que le falta una paleta y alguna que otra muela de las del fondo. En interiores y sin la máscara, se puede apreciar en él cierta tendencia involuntaria a mostrar los dientes y dejar la lengua colgando. Apenas lleva ropa y la poca que lleva es por utilidad, más que nada. La última vez que se dejó ver, iba sin pantalones, con unos boxer rotos y desgastados y con algún agujero que muestra a veces lo que ahora solo son sus desvergüenzas. Una camiseta “blanca”, sin mangas y varias tallas más que la suya, le sirve para quitarse parte del frío y cincharse su cinturón sobre ella para no hacerse rozaduras. No lleva zapatos. Las plantas de manos y pies están totalmente encalladas, ya que suele andar a cuatro patas, con las piernas flexionadas, y no están nada cuidadas. Su particular y perruna forma de desplazarse es la culpable de que su espalda esté ahora encorvada. Colgadas del cuello, lleva unas llaves. De pequeño le diagnosticaron asma, concretamente, asma intermitente leve.
Personalidad: Territorial e instintivo. Su salud mental se quebró quién sabe cuando. Su forma de ser y de pensar anterior al desastre se fueron desgastando y erosionando hasta el punto de pender en la actualidad de un hilo muy fino. Cree que es un perro a ratos. Habla poco, pues es más de gruñir, ladrar o morder. Pero cuando lo hace, suele mostrar un humor extraño, algo histriónico y mordaz. Adora los chistes malos casi tanto como la carne fresca y suele acompañar sus frases de risotadas asmáticas. La necesidad de llevar consigo inhaladores y pastillas es lo único que le recuerda a ratos que sigue siendo una persona y no un chucho, obligándole a mantener cierta cordura. A veces habla solo, consigo mismo, por el placer de mantener una conversación interesante más allá de los ladridos. Ayuda si le conviene, mata si tiene hambre, huye si está en desventaja. Como persona es altamente inestable; como bestia, más firme.
Historia: Era una persona normal, tanto que aburría. Vivía con sus padres en las afueras de la ciudad y había tenido siempre grandes metas y aspiraciones (quizá algo abstractas y sin concretar), pero poco más. Pasó toda su infancia y adolescencia rodeado de perros, pues sus padres eran veterinarios y se dedicaban a entrenarlos por una cantidad considerable de dinero. Dean estaba hasta los mismísimos de vivir con tanto bicho dentro de la casa y, a pesar de que atendía a las enseñanzas de sus padres, esperaba irse de allí, para vivir en alguna parte céntrica de la ciudad y estudiar cualquier cosa que no involucrara seres peludos y ladridos. Consiguió cumplir sus intenciones, al menos en un principio, y a los pocos meses de comenzar a apagar el alquiler de un piso mediocre y los libros de una carrera que no le hacía especial gracia (y que ni recuerda) ocurrió el desastre.
Se vio solo, pasó hambre y penurias y creyó que moriría en tantas ocasiones que había perdido la cuenta (o había llegado a más de lo que sabía contar, que cada vez era menos). Se dedicaba a asaltar farmacias, robando inhaladores y pastillas y aprovechándolas como escondite siempre que podía. No tardó en descubrir la manada de perros que había en el parque y ahí fue donde comenzó su deterioro. Se mantuvo al acecho en un primer momento, vigilando lo que estos hacían, pues su cabeza relacionó rápidamente los conceptos “Perros vivos” y “Comida en algún sitio”.
Después de largo tiempo vigilándolos, pasó a seguirlos y de ahí, a imitar sus comportamientos. Curaba sus malestares con pastillas de uso desconocido y mataba el hambre con jarabes cuando no quedaba nada que echarse al hocico de lo que los perros se dejaban. Esto alimentaba además su falta de cordura. Un día se encontró con un par de perros que habían resultado malheridos por alguna trifulca con el jefe de la manada y decidió empeñar su tiempo libre en malcurarlos. En la actualidad, varios meses o pude que años después, se mantiene como líder o macho alfa de una manada formada por sí mismo y cuatro perros venidos a menos: Tos y Mocos, los primeros que cuidó y que se encuentran en mejores condiciones físicas; Oto, de otitis, un perro al que le falta una oreja y que todavía cojea debido a una rotura de hueso mal curada; y Gono, de gonorrea, un perro al que curó de una gastroenteritis y que bautizó mientras leía con añoranza el prospecto de una caja de preservativos. Todos ellos son de piel marrón, tonos parecidos, y tienen un tamaño destacable y cierto aspecto deforme para lo que viene a ser un perro normal y corriente. Tiene su “guarida” en lo que una vez fue una comisaría de policía, concretamente suelen refugiarse en las celdas, gracias a las llaves.
Inventario:
-Dos bolsas de supermercado atadas al cinto. Una con varios inhaladores y otra con pastillas.
-Un cuchillo jamonero que rescató de morir en el olvido en alguna carnicería y que lleva también enganchado al cinto.
-Llaves de las celdas y otras partes de la central policial
-Tos, Mocos, Oto y Gono. Cuatro perros. No son tanto objetos de inventario, pero por si acaso, los dejo ahí.
Apodos: Se suele presentar con motes diferentes a cada persona. Entre otros Hiena, Risitas, Asma, Dean-go o Dean Dong. En otras ocasiones solo enseña los dientes y gruñe. O ladra.
Sexo: Escaso, si le preguntas. Másculino, si te fijas un poco.
Edad: Ronda los 22~25.
Facción: Va por libre.
Profesión: ¿Macho Alfa?
Apariencia: Raquítico. Sarnoso. Mugriento. En algún momento de su vida, su pelo fue castaño claro. Ahora es una maraña grasienta y churrosa de color indefinido. Una máscara de gas esconde una cara en general sucia, unos ojos de un marrón poco destacable y una sonrisa a la que le falta una paleta y alguna que otra muela de las del fondo. En interiores y sin la máscara, se puede apreciar en él cierta tendencia involuntaria a mostrar los dientes y dejar la lengua colgando. Apenas lleva ropa y la poca que lleva es por utilidad, más que nada. La última vez que se dejó ver, iba sin pantalones, con unos boxer rotos y desgastados y con algún agujero que muestra a veces lo que ahora solo son sus desvergüenzas. Una camiseta “blanca”, sin mangas y varias tallas más que la suya, le sirve para quitarse parte del frío y cincharse su cinturón sobre ella para no hacerse rozaduras. No lleva zapatos. Las plantas de manos y pies están totalmente encalladas, ya que suele andar a cuatro patas, con las piernas flexionadas, y no están nada cuidadas. Su particular y perruna forma de desplazarse es la culpable de que su espalda esté ahora encorvada. Colgadas del cuello, lleva unas llaves. De pequeño le diagnosticaron asma, concretamente, asma intermitente leve.
Personalidad: Territorial e instintivo. Su salud mental se quebró quién sabe cuando. Su forma de ser y de pensar anterior al desastre se fueron desgastando y erosionando hasta el punto de pender en la actualidad de un hilo muy fino. Cree que es un perro a ratos. Habla poco, pues es más de gruñir, ladrar o morder. Pero cuando lo hace, suele mostrar un humor extraño, algo histriónico y mordaz. Adora los chistes malos casi tanto como la carne fresca y suele acompañar sus frases de risotadas asmáticas. La necesidad de llevar consigo inhaladores y pastillas es lo único que le recuerda a ratos que sigue siendo una persona y no un chucho, obligándole a mantener cierta cordura. A veces habla solo, consigo mismo, por el placer de mantener una conversación interesante más allá de los ladridos. Ayuda si le conviene, mata si tiene hambre, huye si está en desventaja. Como persona es altamente inestable; como bestia, más firme.
Historia: Era una persona normal, tanto que aburría. Vivía con sus padres en las afueras de la ciudad y había tenido siempre grandes metas y aspiraciones (quizá algo abstractas y sin concretar), pero poco más. Pasó toda su infancia y adolescencia rodeado de perros, pues sus padres eran veterinarios y se dedicaban a entrenarlos por una cantidad considerable de dinero. Dean estaba hasta los mismísimos de vivir con tanto bicho dentro de la casa y, a pesar de que atendía a las enseñanzas de sus padres, esperaba irse de allí, para vivir en alguna parte céntrica de la ciudad y estudiar cualquier cosa que no involucrara seres peludos y ladridos. Consiguió cumplir sus intenciones, al menos en un principio, y a los pocos meses de comenzar a apagar el alquiler de un piso mediocre y los libros de una carrera que no le hacía especial gracia (y que ni recuerda) ocurrió el desastre.
Se vio solo, pasó hambre y penurias y creyó que moriría en tantas ocasiones que había perdido la cuenta (o había llegado a más de lo que sabía contar, que cada vez era menos). Se dedicaba a asaltar farmacias, robando inhaladores y pastillas y aprovechándolas como escondite siempre que podía. No tardó en descubrir la manada de perros que había en el parque y ahí fue donde comenzó su deterioro. Se mantuvo al acecho en un primer momento, vigilando lo que estos hacían, pues su cabeza relacionó rápidamente los conceptos “Perros vivos” y “Comida en algún sitio”.
Después de largo tiempo vigilándolos, pasó a seguirlos y de ahí, a imitar sus comportamientos. Curaba sus malestares con pastillas de uso desconocido y mataba el hambre con jarabes cuando no quedaba nada que echarse al hocico de lo que los perros se dejaban. Esto alimentaba además su falta de cordura. Un día se encontró con un par de perros que habían resultado malheridos por alguna trifulca con el jefe de la manada y decidió empeñar su tiempo libre en malcurarlos. En la actualidad, varios meses o pude que años después, se mantiene como líder o macho alfa de una manada formada por sí mismo y cuatro perros venidos a menos: Tos y Mocos, los primeros que cuidó y que se encuentran en mejores condiciones físicas; Oto, de otitis, un perro al que le falta una oreja y que todavía cojea debido a una rotura de hueso mal curada; y Gono, de gonorrea, un perro al que curó de una gastroenteritis y que bautizó mientras leía con añoranza el prospecto de una caja de preservativos. Todos ellos son de piel marrón, tonos parecidos, y tienen un tamaño destacable y cierto aspecto deforme para lo que viene a ser un perro normal y corriente. Tiene su “guarida” en lo que una vez fue una comisaría de policía, concretamente suelen refugiarse en las celdas, gracias a las llaves.
Inventario:
-Dos bolsas de supermercado atadas al cinto. Una con varios inhaladores y otra con pastillas.
-Un cuchillo jamonero que rescató de morir en el olvido en alguna carnicería y que lleva también enganchado al cinto.
-Llaves de las celdas y otras partes de la central policial
-Tos, Mocos, Oto y Gono. Cuatro perros. No son tanto objetos de inventario, pero por si acaso, los dejo ahí.
Última edición por Risitas el Jue Oct 25, 2012 6:14 pm, editado 1 vez
