Índice
Por un tiempo no hubo noticias de ellos. Pero un día, una mujer dio aviso a la policía de la desaparición de su esposo. Luego, un hombre denuncio que su hija no había vuelto de su clase de baile. Así empezó una seguidilla de desapariciones que culmino en una redada en los edificios de la secta.
Todos los desaparecidos fueron encontrados allí, junto con varios mas de los que ni siquiera se había dado aviso. Todos insistieron en que estaban bien. Todos le dijeron a la policía que todo estaba bien. Que ahora estaban con Él. Que Él los protegía. Que cuando la tormenta de fuego llegase no habría nada que temer.
El fiscal no encontró a nadie a quien detener, ni a nadie que se ofreciera como testigo. Luego de esto, la secta volvió al silencio absoluto. Ni siquiera podía vérseles a través de las ventanas.
Cuando la radiación disminuyó, y los últimos saqueos e incendios terminaron, los hombres y mujeres del culto salieron de sus edificios, como fantasmas. Con armas, comida, y una voluntad de hierro, marcharon hacia la vieja iglesia, arrasándolo todo a su paso. No hablaban, no reían, no lloraban. Eran maquinas, maquinas que Él manejaba a su antojo.
Al volver a casa, los soldados que sobrevivieron a la gran guerra fueron recibidos por Él. Y Él los convenció para que luchasen para una nueva causa, una causa mucho mas grande que las tristes ambiciones materiales de sus antiguos amos. La iglesia hervía cada día con actividad, y las lapidas del cementerio que la rodeaba caían despedazadas por los disparos de practica de sus tropas. Ni Libertad, ni Estrella Roja podían entender que pasaba en esa iglesia. Pero sabían que todo ser que entrase en ella saldría días mas tarde, convertido en un robot mas del ejercito de Orden.
