Mientras divagaba sobre la obra de la creadora universal mi estomago me decía que debía comer algo. En mi mochila tenía algunas semillas de chia y de amaranto, pero por si solas no valían nada, debía encontrar algo más abundante.
En frente mío tenía varias casas así que me metí en la primera y comencé a hurgar en los cajones y en las alacenas, pero no hubo suerte. El fracaso no me desmotivaba así que me metí en la segunda casa, sentía que ahi debia haber algo. Generalmente mi sexto sentido no fallaba, en el sótano había varias cajas de suministros que se constaban principalmente de barganzos y demás cosillas en lata. El que las estaba apilando no creo que le molestara que tomara algunas así que puse en mi morral seis latas y salí lo mas campante a encontrar un buen sitio para comer.
Generalmente la gente se guía por indicios físicos porque no han desarrollado su tercer ojo. La gente se reía de mi por creer en eso, pero es cuestión de práctica, nada más. Es uno de los regalos que nos dejaron los seres cósmicos.
Caminando encontré un pequeño jardín que estaba en bastante buen estado e incluía una mesa de plástico. Abrí las latas y me dispuse a comer alegremente.