La sangre se esparcía por el suelo, ocultando bajo ella una señal que guardaba la plaza de aparcamiento para vehículos con discapacitados. Y Dean reía y reía. Habían conseguido cazar algo por fin. Sus perros gruñían y se lanzaban mordiscos de advertencia al aire, peleándose por los restos del cuerpo que el lider de la manada había dejado para ellos, después de llenar su propio buche, por supuesto.
Dean estaba sentado en el suelo, en la plaza adyacente, con la espalda contra una columna, observando como los perros seguían dandose un festín con el cadáver de la muchacha. Había tenido que volver a ponerse la máscara por miedo a un nuevo ataque de asma y por lo tanto no podía tomarse un postre. Estaba sucio, la sangre reseca era tanta que bien podría parecer que llevara un par de guantes rojos hasta el codo. Mientras esperaba, para divertirse, se había agenciado una mano del cuerpo muerto, como juguete. La zarandeaba hacia un lado y hacia otro y tiraba de los hilillos que colgaban por donde debería haber continuado la muñeca. Al tensarlos, uno de los dedos se extendía y cerraba y Dean no podía contener la risa.
-¡Hola! ¿Quién eres?-Bajó todos los dedos de la mano de su víctima, excepto el corazón, y la colocó frente a su máscara-. Vale, vale... No hace falta que seas tan ruda. Solo me acerqué a ti para ver si te podía echar una mano-soltó un par de carcajadas y, aburrido enseguida de su propio paripé, silbó a los perros para que se le acercaran-. ¿Lo queréis, pequeños? ¿Lo queréis?-agitó el apéndice en el aire, agarrándolo desde los tendones cortados como si sintiera asco por lo que hacía y lo lanzó tan lejos como pudo. Los perros corrieron tras él- ¡Así me gusta, Tos! ¡Y corre, Gono, que te dejan sin un solo dedo!
Suspiró mientras veía a los perros pelear por el nuevo trofeo y luego desvió la mirada a las tripas y otros restos esparcidos de lo que había sido la joven. Se la encontró mientras huía de un par de perros y le ofreció ayuda. Solo que los perros eran Mocos y Oto y la ayuda fue ligeramente mortal.
-Te dije que estabas buena... ¡Y no era un piropo!-sus risotadas asmáticas retumbaban por el parking. Tanto que podrían escucharse desde fuera. ¿Qué importaba? Cualquiera quese acercase a fisgonear sería bienvenido. A la manada no le importaba tener invitados para la cena.
Dean estaba sentado en el suelo, en la plaza adyacente, con la espalda contra una columna, observando como los perros seguían dandose un festín con el cadáver de la muchacha. Había tenido que volver a ponerse la máscara por miedo a un nuevo ataque de asma y por lo tanto no podía tomarse un postre. Estaba sucio, la sangre reseca era tanta que bien podría parecer que llevara un par de guantes rojos hasta el codo. Mientras esperaba, para divertirse, se había agenciado una mano del cuerpo muerto, como juguete. La zarandeaba hacia un lado y hacia otro y tiraba de los hilillos que colgaban por donde debería haber continuado la muñeca. Al tensarlos, uno de los dedos se extendía y cerraba y Dean no podía contener la risa.
-¡Hola! ¿Quién eres?-Bajó todos los dedos de la mano de su víctima, excepto el corazón, y la colocó frente a su máscara-. Vale, vale... No hace falta que seas tan ruda. Solo me acerqué a ti para ver si te podía echar una mano-soltó un par de carcajadas y, aburrido enseguida de su propio paripé, silbó a los perros para que se le acercaran-. ¿Lo queréis, pequeños? ¿Lo queréis?-agitó el apéndice en el aire, agarrándolo desde los tendones cortados como si sintiera asco por lo que hacía y lo lanzó tan lejos como pudo. Los perros corrieron tras él- ¡Así me gusta, Tos! ¡Y corre, Gono, que te dejan sin un solo dedo!
Suspiró mientras veía a los perros pelear por el nuevo trofeo y luego desvió la mirada a las tripas y otros restos esparcidos de lo que había sido la joven. Se la encontró mientras huía de un par de perros y le ofreció ayuda. Solo que los perros eran Mocos y Oto y la ayuda fue ligeramente mortal.
-Te dije que estabas buena... ¡Y no era un piropo!-sus risotadas asmáticas retumbaban por el parking. Tanto que podrían escucharse desde fuera. ¿Qué importaba? Cualquiera quese acercase a fisgonear sería bienvenido. A la manada no le importaba tener invitados para la cena.