Su refugio había dejado de ser seguro. Su amado santuario, su hogar desde el fin del mundo, todo a perder por esos intrusos. Lucía dejó que las lágrimas cayesen por sus mejillas mientras se abrochaba las viejas botas y se recogía el pelo en un moño. Revisó su equipaje; latas agua, linterna, medicinas... Seguro que Ripper podía cargar con mucho más, pero tendría que dejar atrás... demasiado... Dio una última vuelta a su habitación, su cama, sus cuadros, sus libros, sus peluches. Luego se puso manos a la obra.
Subió a la última planta y se llevó el equipo de música con los altavoces. Sabía que uno de los enfermeros tenía discos de metal pro algún sitio, y no tardó en encontrarlos. También sabía que los infectados de los barrios se acercaban a cualquier ruido que pudiesen captar sus podridas orejas. Colocó los altavoces en dirección a la fachada principal, de forma estratégica y puso la música. << Reservar electricidad para esto...>>
Bajó a toda velocidad y desde la puerta del sótano le gritó a Ripper:
- Coge todo lo que puedas cargar y sígueme, en cuanto se agolpen unos pocos saldremos por detrás.
Ella era pequeña y ligera, y la mayoría se agolparían en la fachada principal, dejando la trasera despejada al menos los primeros minutos, lo justo para esquivar a los pocos que hubiera y salir corriendo. Había crecido en aquel barrio y aunque no estaba muy segura del estado en que estarían la mayoría de las casas tenía algunos refugios intermedios en mente.
Con una palanca abrió la puerta trasera y después de abrirle la cabeza al primer zombie con el que se cruzó echó a correr todo lo que su pìernas le permitieron. Movidas mas por desesperación que por determinación.